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Las estrategias de adaptación al cambio climático son tan importantes como las medidas para combatirlo. Es muy relevante el esfuerzo que se está haciendo a nivel mundial para contener el aumento de la temperatura media del planeta por debajo de los 1,5ºC en relación con los valores preindustriales. Sin embargo, es necesario al mismo tiempo prepararse para hacer frente a los impactos que ya sufre la Tierra por el incremento ya registrado de 1,1ºC (OMM, 2019) unos efectos ya inevitables que se harán notar en los próximos años.
Emprender medidas de adaptación ayuda a la humanidad a combatir las olas de calor y situaciones de temperaturas medias muy superiores a los valores medios -como ha ocurrido el pasado mes de julio en Madrid (AEMET, 2020)-, los efectos de las inundaciones, sus impactos sobre las cosechas o las consecuencias de catástrofes naturales provocadas por el cambio climático, que llegan a ser tanto sociales, como económicas y sanitarias. Se trata, en suma, de reducir nuestra vulnerabilidad.
En este sentido, la rehabilitación de edificios es vital. Son un factor clave de la vida humana. Los edificios pueden protegernos del calor o del frío y al mismo tiempo son uno de los elementos más expuestos a los impactos más abruptos del cambio climático, como inundaciones o catástrofes naturales. Además, “asegurar el acceso de todas las personas a viviendas y servicios básicos adecuados, seguros y asequibles” es una de las metas del Objetivo de Desarrollo Sostenible 11 de las Naciones Unidas.
La antigüedad y la eficiencia son factores importantes a la hora de valorar la vulnerabilidad de las construcciones y qué medidas de adaptación tomar. Pero además de las condiciones concretas del edificio, también son determinantes el lugar geográfico donde se sitúa y otros factores como la falta de espacios verdes que, sobre todo en zonas urbanas, contribuye a situaciones de ‘islas de calor’ o de elevada temperatura en zonas del centro de las ciudades provocada por la masiva edificación, el asfalto y el uso de otros materiales que acumulan calor y luego lo irradian, habitualmente por la noche.
Materiales resistentes
En la adaptación del parque inmobiliario las medidas de aislamiento en muros y ventanas son una prioridad en general. Ante las inundaciones, además de las barreras temporales y la hermeticidad, es esencial la sustitución de los materiales tradicionales por otros más resistentes al agua como rodapiés de acero y pisos sólidos. También contemplar la posible minimización de daños con puertas desmontables y reemplazables o reubicación de enchufes y electrodomésticos.
Frente a las tormentas conviene reforzar la estructura del edificio y sustituir canalones y bajantes de drenaje por otros de mayor capacidad. Y en zonas donde el problema es la sequía buenas soluciones son instalar sistemas de recolección de agua de lluvia y de reciclaje de aguas grises, así como medidas para reducir el consumo.
Frente a las olas de calor, el ventilador, más económico, es una alternativa en los domicilios al aire acondicionado, que contribuye al fenómeno de ‘isla de calor’. Otra de las soluciones es el uso de protectores solares (toldos, lamas, estores), así como la ventilación cruzada y la incorporación de vegetación (Universidad de Granada, 2018 / Climate Just).
Todo ello suma también en la lucha contra el cambio climático, porque el parque inmobiliario es uno de los elementos que más contribuyen al calentamiento del planeta: es responsable del 40% del consumo de energía final y de un tercio de las emisiones de CO2 (Comisión Europea, 2020). Por eso es también importante incorporar medidas de eficiencia energética y renovables.
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